El control de la presión arterial es uno de los parámetros clínicos que más se vigila durante el embarazo, ya que un incremento notable puede provocar graves complicaciones para la madre y el bebé. Existen dos tipos de hipertensión durante el embarazo
LA HIPERTENSIÓN GESTACIONAL: Se produce cuando se superan estos valores: 14 de presión sistólica (presión máxima) y 9 de presión diastólica (mínima). En esos casos hay que comenzar con un tratamiento para que no derive en preclampsia.
LA PREECLAMPSIA: Es una dolencia grave. Se manifiesta por subida de la presión arterial y presencia de proteínas de orina. Otros síntomas son: hinchazón en rostro y manos, aumento de peso, fuerte dolor de cabeza, mareo, dolor intestinal y visión borrosa. Puede evolucionar rápidamente y convertirse en una enfermedad poco frecuente, pero potencialmente fatal, llamada eclampsia, que provoca convulsiones y estado de coma.
La hipertensión constriñe los vasos sanguíneos que suministran oxígeno y nutrientes al bebé, y esto influye negativamente en su crecimiento. Si la tensión alta se mantiene, el bebé puede nacer bajo de peso. Hay, también, riesgo de parto prematuro y de desprendimiento de placenta, con fuertes y peligrosas hemorragias vaginales.
En esta situación estamos ante un embarazo de riesgo y es posible que haya que hospitalizar a la madre para vigilar su evolución y detectar cualquier síntoma de sufrimiento fetal. La preeclampsia sólo se cura con el parto. Suelen aparecer a partir de la semana 20ª. , pero si se detectan al final del embarazo, normalmente se induce el parto.