La osteoporosis se empieza a prevenir desde la más tierna infancia. Sería equivocado criarlos entre algodones. Los chicos deben correr y saltar, ya que es bueno para su esqueleto. Y, además, acompañar el movimiento con dos vasos de leche diarios, uno por la mañana y otro por la noche.
La Organización Mundial de la Salud ha incorporado la osteoporosis, o enfermedad de los huesos frágiles, a la lista de las diez enfermedades más importantes a nivel mundial, por su tratamiento y consecuencias. Prevenirla es una de las prioridades de la medicina infantil. Por eso los padres debemos estimular a nuestros hijos a hacer ejercicio y a comer bien.
¿Por qué es tan importante que se muevan? La explicación es sencilla si comparamos la construcción del esqueleto con la de una casa. Los ladrillos son el calcio, y los albañiles, las células que forman los huesos. No basta con dar ladrillos a los albañiles, además hay que motivarlos e informarles de las características de la construcción. De eso se encarga el capataz de la obra que, en el caso de los huesos, es el ejercicio.
Cuando los músculos se contraen, actúan sobre una red de células especiales que avisan a las células encargadas de la formación ósea para que incorporen calcio que fortalezca los huesos. Son los impulsos rápidos por ejemplo los saltos del trampolín, los que más estimulan a la masa ósea a incorporar calcio en los huesos.
Si por el contrario, el niño pasa horas y horas delante de la tele, los músculos flojos no actúan sobre los huesos, las células que detectan la necesidad de calcio permanecen ociosas y el precio elemento no se incorpora al esqueleto, y éste se debilita. A los chicos les encanta moverse y, si los padres no los frenan, sino que estimulan el ejercicio ya hacen mucho por la salud de sus huesos.
A los bebés hay que dejarlos patalear y gatear a sus anchas; cuando los chiquitos ya saben caminar, que caminen. Y a los más grandecitos, que salten, corran, y trepen… La actividad muscular los preservará incluso si tienen familiares con osteoporosis, ya que aunque la densidad de los huesos está programada genéticamente, el grosor de la pared ósea depende del desarrollo individual.