Durante tu baja por maternidad, deberás tomar una de las decisiones más complicadas del primer año de vida de tu hijo, ¿lo llevarás a una escuela infantil, o por el contrario, optarás por dejarlo en casa con una persona de confianza?
Encontrar a la persona ideal es una tarea complicada, pero merece la pena echar el resto. Ella hará más sencilla tu reincorporación al mundo laboral. Conciliar tu trabajo, con la atención de tu familia no es fácil, pero es posible.
La relación con la cuidadora de tus hijos tiene que ser ante todo, de confianza. Y si esto no es posible, piensa que algo va mal.
Ten en cuenta que dejas a su cargo tu mayor tesoro: tus hijos. No puede ser igual la relación que tienes con una persona que va a tu casa exclusivamente para limpiar, que la que te une a alguien que se ocupa y se encarga de que un bebé o unos niños pequeños estén bien atendidos, no corran peligro y tengan cubiertas sus necesidades básicas.
Si has optado por contratar a alguien que te ayude con el cuidado de tus niños, una de las primeras decisiones que deberás tomar es hasta dónde quieres que esta persona intervenga en la educación de tus hijos. En función de ello tendrás que buscar un perfil u otro y estar dispuesta rascarte el bolsillo más o menos. Porque no todo requiere la misma cualificación.
Los padres son los principales educadores de sus hijos. Esto es lo primero que tienes que dejar claro con ella.
– Dedica una larga conversación a asegurarte de que todo lo fundamental está claro:
– Tú no la desautorizas a ella, ni por supuesto ella a ti. Los niños deben saber que en tu ausencia ella tiene tu permiso para dar órdenes, llamar la atención cuando algo no va bien y tomar decisiones. Es bueno que tanto tus .
– Explícale y si hace falta déjaselo por escrito, cuáles son las normas que para ti son más importantes. Por ejemplo qué y cuándo pueden comer tus hijos o qué programas de televisión pueden ver y cuáles no.
– Es importante que ella sienta que tiene tu confianza, pero también que sepa que durante tu ausencia establecerás un sistema para supervisar su cuidado, sobre todo al principio. Puedes llamarla durante la jornada o incluso pedir a algún familiar que visite a los peques. Cuando tus hijos aprendan a hablar podrás pedirles a ellos que te cuenten cómo va todo.
– Aunque tú como madre seas la máxima responsable de la educación de tus hijos, puedes pedirle que se implique en los aspectos en los que tú estás haciendo hincapié en cada momento. Por ejemplo, si tus hijos se están habituando a dar las gracias y a pedir las cosas por favor, pídele que ella se lo pida también. Si les estás enseñando a recoger la ropa y a poner la mesa, pídele que en tu ausencia ella haga lo mismo.
– Cuando tú no estés será ella la que conteste a todas las preguntas a las que nos tienen acostumbrados los niños. Si hay algún asunto sobre el que no quieres que nadie interfiera (por ejemplo sobre religión, sobre sexualidad…), déjalo claro desde un primer momento.
– También debes definir si puede o no premiar o castigar determinados comportamientos y en qué deben consistir.
– No todos los trabajos lo permiten, pero si tienes cierta flexibilidad, ofrécele a la cuidadora la posibilidad de que te llame ante cualquier duda a lo largo de la jornada. Esto te permitirá estar al corriente de lo que sucede en tu casa.
Es cierto que esta confianza no surge por generación espontánea y que será después de un tiempo de prueba cuando descubras que puede ser así. La confianza es algo fundamental en este tipo de trabajo, pero es cierto que no se puede forzar. No todas las personas inspiran confianza. No te precipites en la elección de la cuidadora.
Dedica el tiempo que sea necesario. Es fundamental que sea la persona adecuada. Con el tiempo se convertirá en alguien imprescindible para el funcionamiento de tu hogar y para la estabilidad de tus niños.