La forma de ser de un niño vendrá siempre determinada por las experiencias de vida y por el contenido de sus vivencias familiares, educativas y sociales. Sin lugar a dudas la futura personalidad del niño dependerá de las relaciones tempranas con sus padres. El niño está en constante evolución y su proceso madurativo se completará a los largo de muchos años, con la influencia de aquellos que han formado su entorno más cercano.
Por ello son útiles ciertas actitudes:
- Que el niño se sienta querido y aceptado por quienes le rodean.
- Que cuente con un ambiente que le facilite la integración familiar y social necesaria.
- Que adquiera el sentido de interacción con el medio necesario para aprender a desenvolverse en un futuro.
- Una personalidad no puede echar raíces ni crecer sino a través de las relaciones interpersonales.