Reírse es muy importante para la vida familiar, nos refuerza el espíritu y nos ayuda a sobrellevar algunas situaciones críticas. Nuestro hijo puede sonreír pronto, pero solo lo hace de manera social. Conforme el niño vaya haciéndose mayor, empezará a entender las bromas de sus papás y demás familiares y se reirá con motivos. Los niños se ríen muchísimo más que los adultos, los niños viven de una forma mucho más sana que los adultos, nosotros, cuanto más maduros, menos nos reímos.
La evolución de la risa comienza con el recién nacido, este hace una mueca cautivadora, aunque esta risa es sólo un reflejo, el niño simplemente hace una mueca que contrae la parte inferior del rostro. Una vez que lleva un mes de vida, los bebés sonríen de verdad, sobretodo cuando están mamando, cuando ven una cara conocida, etc. Cuando llegan a los cinco o seis meses, la sonrisa es continua con las bromas que le hacen los papás.
Cuando el bebé está relajado, por ejemplo cuando acaba de comer o está dormido, su gesto se articula así de manera sistemática, sin ser un acto voluntario. La risa no pasa a ser un componente social hasta que no pasan unos tres meses. Entonces sí hay una respuesta afectiva al juego, a la conversación, a que lo toquen. Esconderse se convierte en una actividad deliciosa comúnmente. Asomarse y ocultarse, o simplemente llamarle desde la distancia, sin aparecer. Una vez que identifica quién le llama, su grado de expectación aumenta y sonríe recordándole. Los intercambios con quienes le cuidan son intensos.