Hoy en día no existe diferencia entre un papá y una mamá primerizos al momento de las dudas y los miedos. El papá no sabe que hacer, dónde ponerse y que función cumplir cuando su primer hijo llega al mundo y no logra sacarlo de los brazos de su mamá. Hoy como ayer y siempre, a ser padre se aprende y lo importante sigue siendo que el hombre entienda que su participación en la vida del hijo, desde el primer día, mejorará la relación con él a corto y largo plazo y lo ayudará a desarrollarse mejor.
Los niños valoran más que sus padres les dediquen toda su atención unas horas al día, a que pasen todo el día sin prestarles verdadera atención. Un gran número de investigaciones demuestran que: los hijos que cuentan con la presencia y dedicación de sus padres, son más seguros de sí mismos, se desarrollan de una forma más saludable, crecen más felices y tienen un mejor rendimiento escolar.
Para los papás primerizos, el momento del baño suele ser su tiempo, además de que generalmente ocurre antes de las comidas y a una hora del día en que la mamá está muy cansada y, con placer, suelta a su bebé. Más allá de este momento, hacerlo dormir, cambiarle los pañales, preparar la mamadera o una vuelta a la manzana, serán espacios y tiempos de encuentro amoroso, no importa cuánto duren.
Está comprobado que los padres que se involucran en la crianza de sus hijos son más saludables y que:
• poseen mejor relación con sus propios hermanos y padres.
• fortalecen la relación de pareja.
• se vuelven más eficientes en el trabajo y se estresan menos en cuestiones laborales.
Hoy en día los padres tienen claro que su familia está en la cima de su lista de prioridades, y se debe luchar día a día, para que ese vínculo no se destruya.