Los bebés tienen una serie de reflejos primarios que nada más nacer pone en uso. Uno de ellos por ejemplo es girar la cabeza cuando alguien le toca en la mejilla, gracias a este reflejo puede encontrar el pecho de la madre, aunque no vea demasiado bien. Según se desarrolla el sistema nervioso, los reflejos van pasando a un segundo plano. Son solapados por otros movimientos y acciones nuevas y conscientes.
- Reflejo de los puntos cardinales: Son los movimientos que realiza la boca del niño en todas direcciones, cuando se estimula su contorno suavemente con el dedo.
- Reflejo de succión: Se explora introduciendo un chupete o tetina en la boca. En condiciones normales el niño realiza movimientos de succión.
- Reflejo o sinergia de moro: Se sujeta al bebé por los brazos, tirando un poco de ellos hacia arriba y elevándole levemente la cabeza. A continuación se le suelta súbitamente. La respuesta que se observa es la siguiente: el bebé abre los brazos y las manos y los cierra, al tiempo que empieza a llorar.
- Sinergia tónico-flexora de la mano: Se le estimula la palma de la mano con un dedo. El niño flexiona los dedos y lo agarra con gran fuerza.
- Sinergia de extensión cruzada de los miembros inferiores: Se estimula la planta de uno de los pies. La extremidad contralateral, que permanece libre, responde en tres tiempos: flexión, extensión y aducción
- Reflejo rotuliano: Al dar un golpe suave debajo de la rótula, la piernecita se estira de forma involuntaria.
- Reflejo tónico-asimétrico del cuello: El niño debe estar en reposo, boca arriba. Si tiene la cabeza vuelta hacia la derecha, tendrá el brazo derecho extendido y la rodilla izquierda flexionada, y viceversa.