Aunque sangrar tras la semana décimo tercera en mucho menos frecuente, no implica automáticamente que se vaya a producir un aborto.
SANGRAR EN EL SEGUNDO TRIMESTRE PUEDE DEBERSE A:
PLACENTA PREVIA:
En algunas mujeres, la placenta se implanta en la parte inferior del útero, por debajo de lo normal, bloqueando parcial o totalmente el cerviz o cuello del útero. La placenta baja se suele detectar en la primera ecografía, pero en la mayoría de los casos suele desplazarse progresivamente hacia arriba durante la gestación.
Sólo una de cada diez mujeres con placenta baja llega a tener una placenta previa, una situación que puede causar sangrado, sobre todo después de mantener relaciones sexuales. Si pasadas las 34 semanas de embarazo la placenta aún sigue bloqueando el cuello del útero, tendrás un mayor riesgo de sangrado abundante y tu vida y la de tu bebé estarían en riesgo. Seguramente te programarán para un parto por cesárea en breve.
EROSIÓN CERVICAL:
Cambios hormonales pueden provocar que el cerviz o cuello del útero se inflame y reblandezca y, en consecuencia, fácilmente podrías sangrar, sobre todo después de mantener relaciones sexuales. En cualquier caso, esa sangre amarronada o rosácea no suele tener implicaciones negativas.
ABRUPCIÓN PLACENTARIA:
Ocasionalmente, la placenta puede separarse del útero, causando mucho dolor y sangrado. Este problema es más frecuente en mujeres con preclampsia o hipertensión arterial. Si notas un dolor súbito y prolongado en el abdomen, consulta a tu ginecólogo o ve al hospital inmediatamente. Los casos graves de abrupción placentaria pueden conducir a una fuente hemorragia y a una cesárea de urgencia.
EXPULSIÓN DEL TAPÓN MUCOSO:
Si sangras hacia el final del embarazo, podría ser un indicio de que tu bebé está en camino. La secreción tendrá el aspecto de una mucosidad con trazas de sangre y aparecerá cuando tu cerviz empiece a dilatarse y el tapón mucoso que sellaba tu útero empiece a soltarse. Es posible expulsar el tapón mucoso incluso unas cuantas semanas antes de dar a luz.