Hace algunos días hablamos sobre el embarazo y la diabetes. A continuación desarrollamos la segunda yúltima parte en relación a esta patología, que continua en aumento y que aqueja al ocho por ciento de la población mundial. Obedece a un desorden del metabolismo provocado por un déficit en la producción de insulina, una hormona cuya función es hacer que la glucosa – principal fuente de energía del organismo – ingrese en el interior de la célula.
El embarazo representa un verdadero desafío para el metabolismo. Para evaluar los riesgos y las medidas de cuidado, es preciso establecer la diferencia entre diabetes gestacional y las de tipo 1 y 2. La primera aparece durante el embarazo y se normaliza con la llegada del bebé. Las diabetes tipo 1 y 2 son preexistentes y nada tienen que ver con el embarazo.
Estos son los síntomas que hacen sospechar la diabetes:
• Sed intensa
• Necesidad frecuente de orinar
• Aumento del apetito
• Pérdida de peso (en la primera etapa)
• Aliento con olor a manzana
• Infecciones frecuentes
• Visión borrosa
La alimentación y, cuando es necesaria, la insulina, constituyen los pilares básicos del tratamiento de la diabetes durante la gestación. Desde luego, la dieta debe ser específica e individualizada, de acuerdo al peso previo y contener los nutrientes imprescindibles tanto para la madre como para el niño.
En cuanto a la insulina, cuando la mamá padece diabetes tipo 1, el médico suele indicar un aumento de la dosis, debido a que la gestación agrava la tendencia a la hiperglucemia. Pero no hay que por qué preocuparse, ya que resulta inocuo para el bebé.
Si la futura mamá, en cambio, tiene diabetes tipo 2 y recibe medicación oral, es probable que se le indique reemplazarla por insulina, dado que los efectos de estas drogas en mujeres embarazadas no han sido suficientemente estudiados. Con respecto a la lactancia, la diabetes no implica ningún impedimento para que puedas amamantar a tu bebé desde el primer minuto de vida.