Casi el 90 por ciento de los niños padece esta enfermedad que aparece en la primavera. Después de la gripe y los catarros, la varicela es hoy la enfermedad vírica más frecuente, y puede decirse que son muy pocos los niños que se salvan de ella , pues afecta el 80 ó 90 por ciento de los menores de siete años.
Está producida por un herpevirus (el mismo que causa el herpes del adulto) que ataca la piel y las mucosas, y es más frecuente en primavera y otoño.La enfermedad comienza con la aparición de pequeñas manchas rojas que se convierten posteriormente en granitos. En pocas horas, de estos granitos salen vesículas del tamaño de una cabeza de alfiler.
Las lesiones afectan a todo el cuerpo: tronco, espalda, extremidades, cuero cabelludo, mucosas de la boca y conjuntiva. Las vesículas brotan durante durante cinco días y duran entre 24 y 36 horas. Después se abren, sale todo el líquido, se secan y forman unas costras que caen aproximadamente entre los siete y diez días, sin dejar cicatrices.
Transmisión: La varicela se transmite por contacto directo, a través de las gotitas de saliva de la faringe y a través de las secreciones del tacto respiratorio del enfermo, ó indirectamente al utilizar objetos usados por un infectado. En cambio la enfermedad no se puede adquirir, al tocar las costras.
La varicela es una enfermedad leve, excepto para los recién nacidos ó para los chicos que padecen leucemia ó cáncer, quienes pueden sufrir importantes complicaciones. En cuanto a los recién nacidos que adquieren ese síndrome entre el quinto y el décimo día de vida, lo mismo que los hijos de madres que se han contagiado unos días antes del parto, corren el riesgo de sufrir una varicela generalizada grave, que produce la muerte en un elevado número de bebés.
Prohibido rascarse: Por lo general, los enfermos de varicela no se encuentran mal, y basta que se queden en casa durante una semana. La higiene desempeña un papel importante en la curación: es necesario lavar a menudo las manos del pequeño. Cortarle bien las uñas, cambiarle la cama con frecuencia.
Sobre todo hay que evitar que el pequeño se rasque las lesiones, ya que se pueden producir cicatrices que le durarían toda la vida. La alimentación ha de ser variada, y ofrecerle agua y jugos para que beba abundantes líquidos. Esta enfermedad como el sarampión ó la rubéola, producen inmunidad sólida, es decir que una vez que se padece, no hay posibilidades de un nuevo contagio.