Continuamos hablando sobre los diferentes hábitos saludables, que son aconsejables ir enseñándoles a los pequeños.
APRENDER A DORMIR:
Sobre la hora de dormir existen dos tendencias opuestas. Por un lado, está la que anima a los padres a enseñar a sus hijos a dormirse solos. En el otro extremo se sitúan los partidarios del “colecho” (cama familiar o dormir con los hijos), es decir, que los bebés y niños pequeños duerman los primeros años de vida con sus progenitores.
Los primeros afirman que el niño debe aprender a iniciar el sueño él solo, asociando el acto de dormir con una serie de elementos externos, como pueden ser su cuna, el chupete o un osito. De debe crear un ritual diario asociado al acto de irse a dormir. El niño debe dejarse en su cuna o cama antes de que se duerma, y debe aprender a dormirse solo.
Esto es muy importante, ya que si se duerme solo, volverá a hacerlo solo cuando se despierte durante la noche. En cambio, si se ha dormido en los brazos de su madre, los reclamará cuando se despierte. Los partidarios del colecho, en cambio, subrayan que favorece la lactancia nocturna del bebé, además de regular y acompasar los patrones de sueño de la mamá y el bebé.
LA SIESTA, IMPRESCINDIBLE:
La falta de sueño puede provocar en los niños problemas psicomotrices, emocionales y de aprendizaje. A partir del primer año y hasta que el niño cumple cinco años, los pequeños necesitan dormir entre diez y doce horas. Éstas se distribuyen en unas diez horas por la noche y dos horas más a lo largo del día.
Por ello, es muy importante que los niños no pierdan el hábito saludable de la siesta a medida que van creciendo. Expertos como el doctor Estivill critican que muchos parvularios (escuelas o academias) eliminen la siesta por otras actividades. Los niños que no duermen después de comer sufren hasta un 30 % más trastornos como el terror nocturno y sonambulismo.