Los cambios hormonales, en el peso y el volumen del útero más el aumento del volumen circulante cardiovascular producen alteraciones en la postura, en la mecánica respiratoria, en el funcionamiento digestivo y en la dinámica cardiovascular. Con frecuencia estas alteraciones ocasionan molestias o dolores por lo que es importante considerar las posibilidades de prevenir o aliviar esos síntomas durante el embarazo y el puerperio.
En relación a los cambios hormonales, el aumento de los progestágenos y de la relaxina provoca una mayor elasticidad de ligamentos y tendones y una disminución global del tono muscular, tanto a nivel de la musculatura estriada esquelética, como de la lisa visceral. Esto acarrea una mayor «blandura» del cuerpo con aumento de la movilidad articular, muy útil para la adaptación pelviana al crecimiento uterino gestacional y a las necesidades del parto.
–Pero como contrapartida, las articulaciones sostenidas más débilmente por ligamentos más laxos, tienen mayor riesgo de desalinearse y en algunos casos, sufrir esguinces, como en los tobillos.
— A nivel de los músculos abdominales, el volumen del útero y la hipotonía, les quitan fuerza y capacidad de contención; si no se entrena adecuadamente el sostén abdominal, el peso acaba arrastrando a la columna lumbar, provocando una hiperlordosis que genera lumbalgia por sobrecarga de esfuerzo de músculos espinales. La compensación de la hiperlordosis que debe hacerse para mantener el equilibrio, es a través de la exageración de las otras curvas de la columna, con lo que las alteraciones se manifiestan con dolores también en región dorsal y cervical.
–Otras veces ocurre que, que el colapso lumbar produce una compresión de las raíces nerviosas que salen a través de los agujeros de conjunción de las vértebras, que forman el nervio ciático, ocasionando dolor en su territorio de inervación, o ciatalgia.
–La otra consecuencia de la hipotonía en musculatura visceral, es la tendencia a la constipación, la distensión intestinal y la dilatación de la vía urinaria, con la posibilidad de estancamiento de flujo urinario y aumento de la frecuencia de infecciones urinarias.
–Por otra parte, la capa muscular de las venas, más delgada que la de las arterias, permite que se dilaten con más facilidad. Sumado a esto, la compresión que el útero grávido puede hacer sobre las venas que drenan la sangre de miembros inferiores y pelvis, aumenta la posibilidad de aparición de várices en piernas, en vulva y vagina y de hemorroides.