Como cualquier cambio, el niño puede necesitar un período de adaptación a la hora de pasar de la cuna a la cama. Normalmente, las cunas están en la habitación de los padres y el cambio de cama no sólo implica el colchón, sino también la ubicación de los pequeños.
Muchos niños pueden tomarse este cambio de la cuna a la cama como un cierto castigo, pues los separan de sus padres y quizás, se sientan más desprotegidos por la noche. Cada niño es un mundo y los padres son los que mejor conocen la personalidad de su hijo, sus miedos, inquietudes, dependencias, etc. Sólo tenemos que tratar el tema con cierto cuidado y naturalidad, evitando que se convierta en un trauma tanto para los niños como para los padres.
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La mejor opción para el cambio de la cuna a la cama es ofrecer al niño el cambio de cama como una recompensa por hacerse mayor, para que tenga su propia habitación, decorándola a su gusto y donde encuentre todas las comodidades y necesidades que pueda tener. Mostrárselo como un lugar atractivo donde va a convivir con todos sus juguetes y actividades favoritas.
Puede que, al principio, el niño reclame más la atención de los padres, que los llamen para pedir agua o para cualquier tontería. También puede sufrir alguna pesadilla y se despierte asustado en mitad de la noche.
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En estos momentos los padres tienen que cargarse de paciencia y procurar atender la atención del niño hasta que se habitúe al cambio de la cuna a la cama, para que se vea protegido y correspondido en todo momento. Poco a poco, el niño encontrará todos los alicientes necesarios para no querer cambiar su cama ni su habitación por nada del mundo.