Cuando el bebé descubre que es capaz de desplazarse sin ayuda, no se queda quieto. Ahora puede acceder a cualquier parte, y hay tanto por descubrir… El problema es que todavía no tiene conciencia del peligro y puede lastimarse. ¿Cómo podemos protegerlo sin coartar su libertad?
Es aconsejable limpiar a diario el suelo con agua y un chorrito de lavanda, aspirar bien la moqueta y las alfombras, y descalzarse al entrar en casa para impedir que el pequeño entre en contacto con los gérmenes que traemos de la calle.
Los aromas de los limpiadores de suelo pueden tener un efecto irritante, especialmente si contienen amoníaco o lavanda. Por eso, conviene mantener al bebé fuera de la habitación hasta que el suelo se haya secado bien. Y ojo, hay que vigilar el balde: les encanta meter las manos adentro y luego pueden chupárselas.
Revisar obstáculos. Resulta útil recorrer la casa en cuatro patas para hacerse una idea de cómo ve el mundo el chiquito desde su altura y, de paso, asegurarnos de que no quedan cables a su alcance o baldosas sueltas con las que se pueda tropezar.