Hay mamás muy preocupadas porque sus hijos han sufrido un desmayo repentino. El Síncope vasovagal es la forma más común de desmayo. Diversas situaciones estimulan el nervio vago, lo que ocasiona una reducción de la frecuencia cardíaca y una dilatación de los vasos sanguíneos del cuerpo por mediación del sistema parasimpático. La frecuencia cardíaca lenta y los vasos sanguíneos dilatados hacen que llegue menos cantidad de sangre al cerebro, provocando así el desmayo.
Existen síncopes situacionales que ocurren en momentos como al orinar, defecar, deglutir o toser. Incluso, en cambios drásticos de posición; estar de pie o sentado mucho tiempo; por estrés; por calor; hambre; entre otros muchos motivos, que pueden provocar un desmayo en nuestro hijo. Al parecer, el desmayo se produce cuando de repente del cerebro le llega menos cantidad de sangre y exígeno. Al poco tiempo, unos segundos, el pequeño recobra la conciencia, fija la mirada, no sabe qué le ha pasado y sólo recuerda las sensaciones previas, antes de desmayarse.
Si algún día le sucede esto a vuestro pequeño, debéis llevarlo a un médico. En la mayoría de ocasiones sólo ha sido un susto y no vuelve a ocurrir. Aún así, el pediatra le mandará hacer ciertas pruebas para descartar algo importante. Si todo sale bien y, al tiempo, vuelve a sufrir un desmayo, su médico lo enviará al cardiólogo o neurólogo para hacerle más pruebas. Es importante que los padres explíquen a los hijos que si vuelven a sufrir síntomas de mareo, calores… se lo digan a ellos inmediatamente.