En muchos casos, el aborto espontáneo se debe a anomalías cromosómicas que se producen en el momento de la fecundación, sin que los padres puedan hacer nada por evitarlas. En otros casos, influyen algunos factores relacionados con la madre, como sufrir ciertas enfermedades, el abuso del alcohol o la exposición a radiaciones ionizantes. Estos factores sólo pueden evitarse con una información adecuada. Por eso, ahora se aconseja que la pareja consulte al ginecólogo en el momento en que toma la decisión de tener un hijo.
En la consulta preconcepcional, el médico averiguará, mediante análisis de sangre, si la mujer ha sufrido algunas infecciones que son peligrosas para el futuro bebé, como la rubéola o la toxoplasmosis (que se contrae por comer carne poco cocida o por contacto directo con gatos portadores). Si la futura mamá no ha tenido estas infecciones, el doctor le recomendará ciertas medidas para prevenir el contagio durante la gestación.
Además, le informará sobre las conductas que pueden poner en peligro la salud del futuro bebé. Cuando la madre está sana al inicio de la gestación y evita el contacto con sustancias tóxicas, el riesgo de aborto espontáneo disminuye. El signo de alarma de la interrupción del embarazo es la hemorragia vaginal, que puede ser importante o leve. Los dolores de menstruación no siempre están relacionados.