Introducir una mascota en nuestro hogar seguramente será una gran decisión, pero debe ser tomada con meditación. El veterinario podrá asesorarte sobre que tipo de animal es el más aconsejable para tu caso (en cuanto a especie, raza, sexo….). El niño tiene que ser capaz de responsabilizarse de su nuevo amigo, para, de esta forma, sufrir el efecto positivo de su desarrollo y, por otra, para no resultar una carga para los mayores.
Esto no quiere decir, en absoluto, que los padres puedan desentenderse del animal pues, como es lógico, los niños necesitarán ayuda en muchas ocasiones. También debes tener en cuenta que la adquisición de por ejemplo un perro, condicionará, en cierto modo, nuestras vidas, ya que un cachorro en sus juegos (al igual que los niños) podrá estropear ciertos objetos del hogar.
Debes tener en cuenta el espacio que se dispone, el tiempo que se le puede dedicar. Además tendremos que preocuparnos por su alimento y salud, por los cuidados de manto (especialmente si es de pelo largo), por ofrecerle los suficientes paseos y prever que, si en vacaciones no puede acompañarlos, deberemos buscarle una residencia de confianza en donde alojarlo.
El animal nunca puede ser un sustituto de la familia o los amigos, tan importante en el desarrollo psíquico de la personalidad, pero si supondrá una buena ayuda. Muchas veces por desgracia, vemos que tras la primera emoción inicial, las mascotas son desatendidas y recaen todos sus cuidados en la madre. Esta conducta produce el efecto contrario en el desarrollo emocional y del carácter en el niño, pues éste no asume responsabilidad y desprecia el valor del cariño de su animal, que debería ser recíproco.
Trata de tener en cuenta todas las recomendaciones posibles, así de esta forma, cuando tu hijo te diga: “¡mamá, quiero un perro!”, puedas contestarle “SI”.