“El niño no me come”, qué frase tan típica de las madres, ¿verdad? Y es que, hay muchos niños a los que les cuesta comer. Cada vez que los sentamos frente al plato de comida, se convierte en todo un suplicio tanto para el niño como para los padres.
Lo primero que hacemos es consultar con el médico para descartar que padezca algún problema que le haya quitado el apetito al niño. Muchas veces, la inapetencia viene provocada por algún malestar, por los molestos mocos, por falta de hierro, por alguna infección… Pero, cuando descartamos todos los posibles trastornos físicos, nos queda asumir que el niño es mal comedor.
Es necesario proporcionar una alimentación equilibrada y cuando se empiezan a introducir todos los alimentos en la dieta de los niños, comienzan los problemas, sobre todo, con los que resultan menos atractivos como las famosas verduras o las legumbres que suelen ser los que menos agradan a los pequeños.
Está el método “si no te lo comes ahora, lo tendrás para la cena”. Se deja el plato sobre la mesa y, si no lo come, lo retiramos y lo guardamos para más tarde. Cuando el niño vuelva a pedir comida, le volvemos a servir lo mismo. Cuando el niño tenga hambre y vea que no hay otra opción, acabará comiéndose lo que le hayamos preparado. Es un método duro, pero parece eficaz.
También está el método “comer jugando” que algunos pediatras no recomiendan porque afirman que los niños que comen mientras están distraídos, tienen muchas más opciones de ser obesos cuando sean adultos, ya que su cerebro no es consciente de que está llenándose la barriga y pierdan la sensación de saciedad, por lo que de mayores podrían comer de más, sin llegar a sentirse nunca llenos.
Pero, quizás, sólo con un poco de paciencia y de imaginación, podemos hacer que las comidas sean un momento divertido para los niños. ¿Quién no ha probado alguna vez el típico “avioncito”? Con un poco de distracción, podemos amenizar los momentos frente al plato y que la hora de la comida, no sea un suplicio, motivo de discusión y enfado, llegando incluso a odiar ese momento del día.
Un cambio importante en sus vidas como la llegada de un hermanito o empezar en el colegio, puede hacer que los niños pierdan el apetito o quieran llamar la atención y tener a los papás pendientes de ellos. El juego durante las comidas puede ser el elemento alentador para que se convierta en un momento divertido del día.